Para transferir la posesión del balón a otro jugador se utilizan todas las superficies del pie e incluso la cabeza. El pecho, la cabeza, las piernas y, en especial, la parte interior del pie y los muslos son superficies habituales en los controles. Si el balón es arrojado fuera por los defensas o el portero, corresponde al equipo atacante efectuar un saque de esquina o córner, que se lanza con el pie desde la esquina más próxima al lugar por el que haya salido el balón. Cuando el balón sale por la línea de fondo por una acción de los atacantes, el portero el equipo rival efectúa un saque de puerta con el pie.
Además de la sanción contra el equipo, las conductas antideportivas pueden ser castigadas individualmente con tarjeta amarilla o roja, dependiendo de la gravedad de la acción. A los centrocampistas y especialmente a los delanteros se les exige además ser diestros en el dribling o regate, acción de desborde individual que permite sortear a uno o más defensas rivales y seguir avanzando. Los jugadores más completos también tienen un buen dominio de la pelota con el pecho y con la cabeza, lo que les permite ser efectivos en el juego aéreo.
Así, se incurre en fuera de banda cuando la pelota traspasa las líneas laterales; el equipo del jugador que lo ha enviado fuera pierde la posesión del balón, y un miembro del equipo contrario efectúa un saque de banda desde el mismo punto por el que salió, lanzándolo a un compañero con las dos manos por encima de la cabeza. La función principal de los dos jueces de línea o asistentes es la de señalizar con su banderín si un jugador se halla en fuera de juego; también indican cuándo ha salido del terreno de juego la pelota y qué equipo debe realizar el saque de banda, el saque de esquina o el saque de puerta; además, levantan su banderín para señalar cualquier falta, aunque es el árbitro quien toma la decisión final.
Contrariamente a lo que muchos creen, la táctica en fútbol no se reduce a la disposición inicial de los jugadores sobre el terreno de juego (defensas, centrocampistas y delanteros), sino que hace referencia a todos aquellos movimientos colectivos, desde los más simples a los más complejos, que un equipo realiza premeditadamente. Los jugadores con buena conducción son capaces de correr con el balón pegado a los pies sin perder la posesión del mismo. Las faltas o infracciones del reglamento son sancionadas con la cesión del balón al equipo contrario, al que se concede además un lanzamiento a balón parado desde el mismo lugar en que se ha cometido la falta.
Una teoría, la de reunirse con el fútbol de excusa y las cervezas presidiendo la mesa, que ha calado entre los jóvenes. Cuando dichos movimientos parten de una situación de balón parado (córners, faltas, saques de banda), se habla no de táctica, sino de «jugadas de estrategia». El control del balón es fundamental en la recepción del balón tras un pase. Todos los jugadores han de dominar tanto las técnicas de control del balón como las de conducción.
Hay dos tipos: control simple, realizado con la sola voluntad de frenar el impulso del balón y apropiárselo, y control orientado, en el que, además de dominar la pelota, se pretende que el esférico quede en una determinada posición para poder jugarlo a conveniencia. Los tiros directos al borde del área son una oportunidad para conseguir el gol; todos los equipos tienen algún jugador especialista en este tipo de jugadas, dotados de un potente disparo o de muy buena técnica en el lanzamiento. Las faltas graves cometidas por un defensor dentro de su área se sancionan con penalti, es decir, con un tiro directo desde el punto del penalti, a once metros de la portería, con independencia del lugar del área en que se haya producido la infracción.
Según la gravedad, el árbitro puede conceder un tiro libre directo o bien indirecto; sólo en el primer caso el jugador puede tirar directamente a portería. En casos que el árbitro considere muy graves, un jugador puede ver la tarjeta roja directa. La amonestación con una tarjeta amarilla a un jugador representa un primer aviso; si el infractor persiste en su comportamiento, puede volver a ser amonestado, mostrándosele, esta vez, una segunda tarjeta amarilla que se traduce en una tarjeta roja, lo que significa que debe abandonar el terreno de juego.
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